Juan en el Paraíso

lunes, enero 05, 2009

Reincidencias astrológicas

“Lo habían hecho todo. Se habían desflorado y raptado de sus respectivas familias; habían vivido y viajado juntos; juntos habían sobrevivido la adolescencia y luego la juventud y asomado la cabeza a la vida adulta; juntos habían sido padres y llorado al muerto diminuto que nunca llegaron a ver; juntos habían conocido maestros, amigos, idiomas, trabajos, placeres, lugares de veraneo, decepciones, costumbres, platos raros, enfermedades—todas atracciones que podía ofrecerles una versión prudente pero versátil de esa mezcla de sorpresa y fugacidad que se llama normalmente vida.
Alan Pauls, El Pasado
LOS ENCUENTROS con Martín se habían vuelto regulares desde aquella noche. Pasábamos largas jornadas en su departamento, mirando televisión, teniendo sexo, cocinando o mirando cosas en internet. Lo había redescubierto de una forma inusual. Ya no había largas peleas sobre los horarios, los golpes, las copas rotas, las adicciones; todo aquello estaba superado y lo que había sido un mal recuerdo, hoy volvía a ser una posibilidad de rehabilitar nuestra historia de amor.
— ¿Qué estas mirando?
—Una revista Caras. Respondí. Mientras me acomodaba los anteojos.
— La alta cultura. Dijo mientras subrayaba una página de Leibniz.
— Mirá a Jonathan Rys-Meyers saliendo del supermercado. Le dije mientras señalaba la foto de la revista.
— ¿Así sale vestido al supermercado?
—Y si… es una estrella de Hollywood tiene que estar presentable en todas las ocasiones por cotidianas que sean. Mi respuesta no cubrió las expectativas argumentativas elementales que un aspirante a filósofo pretendía, pero me miró, se acomodó sus lentes y dio vuelta la página.
Buscando distraerlo, le quité el libro de las manos y me subí encima de él. Lo miré fijo y apenas hizo a tiempo a quitarse los anteojos, cuando ya mi boca estaba sobre la suya y mis brazos rodaban su cuello. Leibniz y Rys-Meyers se desparramaron sobre la cama y supongo que no pudieron no sonrojarse ante el espectáculo sexual. Cuando terminamos (por segunda vez esa mañana) quedamos abrazados bajo la delgada sabana de tela que apenas lograba cubrirnos a ambos y para quebrar el silencio de la habitación dije: — ¿Estaremos astrológicamente destinados a estar juntos? El cinismo de Martín no tardó en hacerse escuchar: —No se si a estar juntos, a coger juntos seguro. Odiaba como sonaba la palabra “coger” cuando salía de su boca, quedaba como muy “chonga”, algo desagradable que no me excitaba para nada (Si ya lo sé… una palabra muy gay para describir a una muy heterosexual) Lo cierto es que no iba a quedarme con la “espina astrológica” y deseaba saber qué me auguraba esta reincidencia, y si al menos, yo contaba con el consentimiento de los astros. Recordé que Elizabeth me había pasado una página web que sacaba las coincidencias de parejas a partir de datos astrológicos y me dispuse a averiguarlo.
— ¿Qué hacés? Pregunto Martín con ese tono entre escéptico y acusador.
—Estoy sacando nuestra compatibilidad astrológica en una página web.
La cara de Martín se ruborizó, no por vergüenza sino como antesala de lo que fue una estridente carcajada. Minutos después estaba fumando un cigarrillo esperando la respuesta del ordenador:

La atracción hacia otra persona, es raramente tan simple como creemos en el momento en que experimentamos esa fascinación inicial. Lo que primero registramos acerca de otra persona, es sólo la punta de un profundo y complejo iceberg. Federico y Martín son dos individuos diferentes, cada uno de ellos aporta a la alquimia de la relación. ¿Pero qué tiene de especial la atracción? ¿Qué les une?

—Eso es lo que queremos saber… Dije mientras ansiaba que la página bajara con más velocidad.

Existen diferencias entre los dos. Por ejemplo, Federico es a menudo más emocional e "irracional" que Martín, quien es usualmente más cabeza fría y razonable. A veces, Federico quiere ser consentido o mimado, lo cual Martín no está inclinado a hacer. Pero en muchas otras cosas son compatibles.

— ¡Viste! Esta colección de algoritmos predecibles y enunciados tautológicos dice que yo soy el más racional de la relación. Se jactaba mientras encendía el segundo cigarrillo.
—Si claro, siempre y cuando te mantengas alejado de una botella de alcohol. A ver que más dice…

Tienen un excelente acuerdo mental, disfrutan cada uno de la inteligencia, ingenio y estilo del otro. Los dos son muy sociales y prosperan con la interacción con la gente, actividades culturales y conversaciones.

Definitivamente que éramos los dos muy sociables. Siempre estábamos rodeados de amigos, conocidos, amigos de amigos. Nos gustaba compartir la vida en grupo y también fusionar diferentes grupos. Sin embargo, también disfrutábamos las horas de silencio compartidas en un mismo cuarto. Martín podía pasar horas leyendo sus libros y yo frente a la computadora escribiendo sin hacer menor caso a la actividad del otro, aunque nos perturbábamos con ligera facilidad si alguno dejaba su lugar en busca de un café. Pero el rasgo de alta sociabilidad de Martín también había tenido su contrapartida negativa; podía encontrar a un oportuno amante (hombre o mujer) entre los anónimos y conocidos de una fiesta o se podía acoplar con facilidad a la “mesita merquera” que proféticamente surgía en alguna de las reuniones a las que asistíamos.

Si los dos se encuentran envueltos en un área imaginativa o artística, entonces encontrarán que la relación es inspiradora. El lado poético, artístico o místico de ambos aflora. La elevada intuición y sensibilidad emocional puede ser muy productiva en la práctica o asuntos de negocios, aunque se hace difícil la concentración en más asuntos mundanos. Si cualquiera de los dos tiene un problema psicológico, de alcohol o drogas, esto puede "hacer o deshacer" su relación, por intensificar el problema o finalmente vencerlo.

—Che, esta maquina si sabe parece… Dijo Martín con un ligero temblor en su mano derecha pero con una ironía recalcitrante en el ápice y continuó —Es obvio que si compartimos una serie de gustos artísticos, literarios o lo que sea nuestra relación va a ser muy fructífera y también es obvio que si compartimos nuestra pasión por Chagall o por Hegel nunca vamos a acordarnos de pagar las expensas.
— ¿Y en cuanto a los excesos, también te parece una tautología, también “se cae de maduro”? Increpé yo, mas enojado por su “astrolofobia” que por lo infelices que habíamos sido en el pasado.
—Fede… eso es así. Te la bancás o no. Terminó de decir eso y me abrazó por detrás mientras yo continuaba con mi pose de escriba frente al monitor.

Disfrutan de compartir los deseos, ideales, temas sociales, sueños y fantasías. Funcionan bien juntos en áreas que requieren de una gran imaginación, tales como el arte y la música. Existen muchas diferencias en sus hábitos y gustos personales. Se inclinan a enojarse con facilidad por las menores diferencias. La tendencia a irritarse sobre las diferencias mayores de opiniones y a ser desconsiderado hacia el otro pueden hacer que se sientan incómodos. No es probable que estos enojos conduzcan a otros mayores o que amenacen la integridad de la relación, pero son una molestia.

—Vos te irritás con mucha facilidad. Me dijo mientras se acomodaba el pelo.
—Yo no me irrito con facilidad es que el mundo me provoca constantemente y yo reacciono.

Federico quiere y necesita seguridad, razones, un hogar, un sentido de pertenencia, lazos familiares íntimos. Federico necesita ser necesitado y se inclina a sofocar a los que ama, y puede ser más padre o madre que un amante con Martín. Martín, por el contrario, quiere más una pareja romántica que un padre. Así las diferencias pueden surgir a pesar de la lealtad a la familia (Federico) versus darse tiempo y atención a los dos como pareja (Martín)

— ¿Vos sentís que soy como un padre? Martín miró fijo la pantalla y parecía estar mudo. Yo recordé todas las veces en las que me había comportado como mi madre judía, lo cruel e intransigente que habían sido mis abordajes y las veces que lo había maltratado sintiéndome su dueño. La página tenía razón, yo siempre había querido moldearlo a mi imagen, creyendo que lo único que valía era mi sistema de creencias, mis infantiles ideas acerca del bien y el mal. Yo quería ayudarlo a dejar el pasado atrás, quería que fuera feliz pero nunca le había preguntado o lo había instado a que encuentre qué era la felicidad para él. Nunca había sido Cameron Diaz preguntándole a Tom Cruise: “What is the happiness to you David?” No se lo había preguntado jamás.

Están propensos a ser un poco soñadores e irrealistas con la otra persona, y pueden llegar a enamorarse de un ideal, a tener un trato superficial (tal como el derivado del status social o por intereses materiales), y a mentirse mutuamente. Deben preguntarse a sí mismos:"¿me he enamorado de una persona o simplemente de la imagen de esa persona?

Mientras leíamos esto yo me preguntaba si podía ser verdad. ¿Qué había amado de Martín? ¿Había sido su condición de príncipe solitario, de un joven de ojos verdes y cuerpo esculpido que recitaba Kant de memoria en un asado familiar y que no recordaba el tacto de las manos de su madre a la que había perdido a sus cortos dos años de vida? ¿Quería salvarlo de qué, de quién? Acaso quería salvarme yo, pensando que en otro estaría la puerta de salida a mi propia y torturada imagen de mujercilla burguesa del siglo XIX. Hubiese deseado saber qué pensaba Martín pero no se lo pregunté.
La clave de la relación de Federico con Martín es el sentimiento erótico. La palabra eros, que viene del Griego…

— ¿Es así? Preguntó con vos inquisidora
—Si es así. Contesté con satisfacción docente.

…no es necesariamente lo mismo que la sexualidad, aunque es muy posible que usted y su pareja ejerciten mucho más el sexo que el erotismo.

Martín se sonrió y apuesto mi médula a que tuvo en su cabeza una rápida selección de las imágenes más pornográficas que alguna vez supimos interpretar.

Su vínculo es profundamente romántico en su núcleo y enfatiza la unión y el placer, pero también contiene un espíritu poderoso e independiente que puede causar que ambos se opongan a convertirse en una pareja estable.

— ¡Somos muy intempestuosos! Dije yo con una satisfacción balzaciana.

Deben tratar de evitar el relacionarse en actividades clandestinas, engañosas o desequilibradas psicológicamente.

—Esto no nos está diciendo nada que no sepamos o que no hayamos sabido a las trompadas. Dijo muy suelto. —Lo supiste el primer día que me conociste en la casa de Elizabeth. Soy un merquero conflictivo.
—Ya no sos un merquero.
—No, peor ahora soy un ex merquero, soy un ex novio tuyo pero no dejo de ser eso. Lo único que cambió es que tiene una partícula adelante que intenta indicar: “dejo de serlo” donde en verdad quiere decir “esta tratando de no serlo mas”.
Lo abracé, me apoyé en su hombro y cerrando los ojos le dije: —No digas eso. Ahora todo es diferente.
—Nada es diferente Fede. Más tarde o más temprano lo voy a arruinar todo. Unas semanas de calidez y romance, no es toda la vida. Y yo soy especialista en no ser.