Juan en el Paraíso

sábado, enero 27, 2007

El Amor a la luz de una reflexión trasnochada



¿Qué es amar? Cabría preguntarse en este momento. Una fuerza que domina el mundo, una avalancha que difícilmente puede ser detenida. Esa sensación que atravesamos cuando nuestro corazón se siente invadido por esa extraña mezcla de felicidad y seguridad. Pero también la huella que deja marcada en la tristeza de su ausencia. Todo eso es el amor, una necesidad que supera los límites de lo explicable pero que ha fascinado al mundo por siglos.
Es difícil la tarea de amar y también lo es la de ser amado. Pero como en tantas otras oportunidades el amor tiene algo de bajtiniano, tiene algo del cruce entre un espacio y un tiempo determinado que exige y garantiza su posibilidad de existencia.
No obstante, hay muchas formas del amor algunas veces amamos pero no somos amados. Otras nos aman y nosotros sentimos que no podemos corresponder ese sentimiento. Hay personas que se aman toda la vida y hay algunos que han convivido hasta que sus ojos se cerraron para siempre y nunca entendieron que significaba eso. Hace poco experimenté una pequeña dosis de la posibilidad de ser amado. Duró muy poco, prácticamente lo que una noche de verano. Sin embargo aquél acontecimiento que nos unió a ambos no nos separara jamás. Aunque nuestras vidas ahora se corten en infinitas rectas que atraviesan cualquier punto al azar en medio de este atemorizante universo. Los amores, imposibles o concretados, eternos o efímeros siempre dejan una huella, una marca de su pasaje, de su estadía en nuestras vidas. Es esa huella un testimonio de un encuentro algunas veces afortunado y otras súbitamente sepultado pero siempre recordado.
Lo cierto es que a pesar de que pasen los años y otros posibles amores con mayor o menor grado de continuidad aparezcan en nuestras vidas, nunca podemos olvidar del todo a los fragmentos de situaciones que hemos compartido con aquellos otros, los ausentes, que en algunas noches perdidas volveremos a recordar. Es cierto que los años pasan y algunos rostros se desdibujan entre esquirlas de la memoria, sueños barrocos y alguna bronca que deforma las imágenes amparada en un dolor persistente. Pero aquellas cosas que sobreviven, aquellos instantes atesorados son los que vuelven. Una mirada, un abrazo, una anécdota en el banco de una plaza, un suspiro en medio de una sala de cine silenciosa. Recuerdo en mi mente tantos instantes dispersos, que me devuelven al momento que compartí con aquellas personas que ahora no están cerca.
La simpleza de ese recuerdo, una risa entre sábanas después de una noche de pasión, un abrazo en el colectivo en pleno invierno o el sol que filtra sus rayos anaranjados entre las ramas de los árboles una tarde de Mayo. Me cuesta recordar aquellas voces y a veces distorsiono sus cuerpos como si Picasso se apoderase de mis recuerdos y desordenara las proporciones y las medidas. Todos amamos y somos amados, algunos declaradamente y otros en el anonimato más profundo. A veces nos gustaría que cada persona que queremos nos quiera, pero no siempre es posible. Vivimos en un mundo que nos lleva por distintos caminos que se trazan según las necesidades y deseos del momento. Es difícil hacer congeniar a dos personas, a dos universos distintos, aunque muchas veces el argumento de la vida falla a favor y los enamorados se cruzan en ese instante una vez y para siempre.
Amar también tiene que ver con el miedo, y tantas veces el sentimiento no se concreta por la parálisis que el miedo nos provoca. Una mezcla entre cobardía y preservación nos impulsa a dejar esa posibilidad cesante. Muchas veces me he quedado con el beneficio de la duda, y desearía saber que hubiera pasado si hubiera luchado un poco más por esa posibilidad latente. No hay forma de volver el tiempo atrás, el pasado se va como agua entre las manos y difícilmente vuelve.
En lo personal el amor siempre ha sido una especie de cuenta pendiente, sufro cuando no esta, sufro cuando está pero encarnado en un imposible, sufro si lo he dejado pasar. Pero la verdad es que el amor completa el indigesto menú de la vida.
Me pregunto si ahora debo correr a sus brazos y si todavía querrá mirarme a la cara, o si simplemente debo esperar el próximo vagón que tal vez traiga el zapato que le falta a mi par.
Imagen: Irene Orellano "Los Enamorados"

1 Comments:

  • At 8:53 a. m., Anonymous Anónimo said…

    te extrano mucho

    recien me hablaron de vos en el hostel de Montevideo .... una chica q es de Letras - Carolina - me dice "conoces un blog de un chico q hizo unos parecidos con los profesores de Puan? No se ni como llegue, creo q por el blog de Link"

    Mmmm, creo q si... creo q lo conozco.


    te quiero amor

    nos vemos prontito

    CECI

     

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