Juan en el Paraíso

martes, enero 22, 2008

Life is a fucking roller coaster


"Pero la denigración de las personas a quienes amamos siempre nos aparta algo de ellas. No hay que tocar a los ídolos: el oro de su cubierta podría quedársenos en las manos"
Gustave Flaubert

Hoy los diarios del mundo comentaban la muerte de Heath Ledger. Según dicen el actor había intentado suicidarse en septiembre pasado, después de separarse de Michelle Williams con la que tuvo una hija. Los diarios repiten incesantemente que su cuerpo fue encontrado este martes sin vida en su apartamento en Nueva York y junto al cadáver un bote de pastillas.

Esto es la finitud. Muchas veces creemos que las estrellas, como los ídolos, como los maestros y, por que no, como los padres nunca van a partir de este mundo. Tenemos la fantasía de que ellos son como los personajes de las novelas, que viven eternamente entre páginas congeladas y presionadas por las encuadernaciones. “¡Vamos es un actor mas!” Dice mi otro yo cínico mientras enciende un cigarrillo.”Nunca en tu vida lo conociste y él a miles de kilómetros de tu casa ni siquiera podía imaginarse de tu existencia”. “Eso es cierto”, le digo mientras le arrebato el cigarrillo. Siempre odié que fumen en mi sala, no me gusta que el humo se impregne en el sofá, en la silla, en mi ropa, en mi cerebro.

La muerte de Heath Ledger me pone triste, pero para mí él nunca dejo de ser tan sólo Ennis del Mar. Ese vaquero, cow-boy sureño que me rememora muchas cosas, muchos momentos que tienen que ver con el adentro y el afuera de la ficción de Brokeback Mountain. Ennis era yo. Mi contínua imposibilidad de aceptar las oportunidades de ser feliz. Un hombre que tiene miedo de explorar verdaderamente lo que siente y sus silencios y sus miradas bajas, revelan en verdad la evasión de una plena convicción de luchar por la felicidad.

Desde el primer día que vi la película, en el estreno del cine del Abasto, tomé como modelo y ejemplo a Jack. Su personalidad soñadora, su vívida forma de ocuparse de su sentimiento para con Ennis, es la manera de amar que cualquiera esperaría. Jack vive el amor como un acontecimiento que completa su calidad humana. Ennis en cambio, siempre muy callado y taciturno, solo se ha limitado a padecer por su amor. No le preocupa hipotecar sus sentimientos, sino que le preocupa que el exterior pueda advertir las huellas de su verdadero deseo en la inmutabilidad de su rostro. Conforme pasa el tiempo me acerco cada vez más a Ennis y me alejo cada vez más de Jack. El amor y el temor son dos fieras que no aceptan compartir la misma jaula, la misma presa, el mismo aire. La montaña, ese escenario en donde todo vale, donde las reglas no existen, donde la naturaleza libera de presiones institucionales a los sujetos y los vuelve sus profundos deseos, su verdadera identidad. Ennis sistemáticamente rechaza a Jack, rechaza el amor que puede sentir por ese otro que es él mismo, ese amor que nunca los otros/él mismo aprobarían. La paradoja de la muerte se presenta en la tarjeta postal de Brokeback Mountain que indica la pérdida de ese amor y de ese otro. Jack es historia, es ceniza y Borkeback es papel e imagen. Las esencias del cuerpo y del espacio se vuelven despojos materiales evanescentes. Ennis ya no tiene un cuerpo a quien amar secreta y cobardemente, ni tampoco una montaña que descomprima su padecimiento amoroso.

Resulta aun más paradójico que la muerte del Ennis de carne emule mas a la muerte del Jack hecho de papel y sintaxis. Tal vez el sufrimiento descontrolado, el desamor y la incomprensión lo hayan movido a tal determinación. Las crónicas policiales marcan con decimonónico morbo el hecho de la figura del actor desnudo tendido sobre el suelo. La desnudez con la que venimos a este mundo, que se llena de accidentes de tela y brillo, se quiebra como una costra capitalista y revela un cuerpo desnudo, un yo que es en verdad lo único que certeramente se tiene.

La muerte de Ennis y de Heath me evoca una serie de personas y momentos de mi vida. No sólo se instruye en el romance de ficción como una reporbatio amoris que intenta sistematizar con reglas bonitas mis fracasos amorosos. Ennis me recuerda la voluntad maravillosa de una amiga que se apasiona tanto por lo que hace y porque siente en cada fibra de sus ser las pasiones humanas que las mascaras de la ficción regala. Mientras mi padre descansaba y mejoraba su salud, todos me acompañaron a ver esa película. Tal vez un modo mas de demostrarme que estaban a mi lado y que entendían cuanto eso valía para mi. Con el tiempo creo que Ennis al fin pudo reencontrase con Jack sin postales y sin prejuicios, siguiendo el sendero que marcaba ese campo desde la ventana del trailer. La vida es una jodida montaña rusa, subimos y bajamos todo el tiempo. Buscamos caminos alternativos, gritamos, callamos, lloramos y a veces, nos rendimos. Ennis y Jack ahora están juntos y eso era lo que los lectores/espectadores queríamos. Eso era lo que tal vez Heath quiso, porque un actor es sus personajes y los personajes son el actor.