Juan en el Paraíso

domingo, octubre 02, 2011

Antes del final

Muchas veces me acusaron de dramático, suelo tener predilección por las despedidas, los agradecimientos y las dedicatorias. Pero cómo se hace para despedir a alguien cuya muerte resulta inminente y todavía no ha acontecido. Quiromancias inesperadas guían estas destartaladas palabras y mientras las escribo, pienso que él esta durmiendo todavía plácidamente en su cama, no muy lejos de donde yo escribo estas líneas. Siempre creí que nunca iba a acostumbrarme a no verlo, a no saber de él y temía siempre también por aquel momento en el que la muerte nos arrebataría la proximidad de un retrato imaginado. Tantas alusiones me llegan de él, las playas a las que ya hace años no recorro, las anécdotas graciosas que no tengo, las viejas polémicas entre rosistas y antirosistas que no me extenúan, los equívocos que provocan tu sordera, involuntaria y por momentos voluntaria y meridiana entre la realidad y la ficción. Todo eso hace rato que no está en mi vida, aunque todavía seguís respirando. Una arcana noticia me informa, como el Enoch Soanes o como el Morris que viene de otro mundo paralelo, que se extingue la vida que le queda. ¿Cómo despedirlo? Si ya nos hemos privado de lo cotidiano, si ya no sabemos qué hace el otro, que hacemos nosotros porque efectivamente no hay más un “nosotros”.

Si tuviera que despedirte, recordaría fragmentos de lo que mi memoria agolpa inclemente en mi cabeza y me tortura para que recuerde, para que la herida crezca y a la vez se cure, como cuando se derrama sal o alcohol sobre el dibujo apuñalado de la piel. Días juntos en el jardín, pescas de verano en el río, abrazos largos de mañana, mates y revistas antes del colegio, esperas a la puerta de las clases de inglés, chistes cómplices en las navidades, abrazos en el circo, viajes a tierras lejanas, domingos polémicos de silencio impuesto, salvatajes de domingo en la noche por tareas no cumplidas, cumpleaños de verano siempre con apuntes universitarios en las manos, lagrimas en los ojos vos y huevos y harina cabeza yo, discusión final en tu casa esa tarde. La última vez que te vi no me reconociste, tenía abundante barba, y a pesar de eso te alegraste al reconocerme bajo ese camuflaje. Y yo… te iba a pedir que aceptaras la prueba. Discutimos, es cierto, pero a la vez yo quería que reconocieran el daño que habían hecho, el daño que vos habías contemplado como engaño sin decir una palabra. Discutimos. Te enojaste. Me enojé. Juré que nunca más iba a pisar tu casa. Nunca más pisé tu casa. Nunca más te vi. No nos vemos, no nos vamos a ver, supongo. Qué caprichoso es el destino viejo querido. ¿Por qué nos tuvimos que separar a esta altura del camino? No tengo respuestas. Vi en una película que los japoneses tienen un rito muy cuidado para despedir a sus seres queridos: Se reúnen alrededor del cajón con el ser querido allí dispuesto y antes de cerrarlo, antes de verlo por última vez, le agradecen. Es extraño para las mentes pequeñas de occidente, mentes como la tuya y la mía, ver que alguien llore y se ría cuando se despide a un ser amado. Hay mucho para agradecer, hay mucho para agradecerte. Tantos lindos momentos juntos, tantos caminos compartidos, tantos anhelos y admiraciones, tantas noches y tantos días. Pienso en la música mi viejo querido, pienso en que nos queda poco. Pero no ha sido poco lo que nos hemos enseñado. Siempre voy a tenerte cerca, aunque no estemos cerca. ¡Hagamos las paces viejo, que ya no hay tiempo! A vos te lo descuentan y a mi me lo suman. Por si acaso te interesa, te voy a extrañar mucho. Cuídame mucho, como hiciste siempre. Me dejas muchas cosas hermosas, muchas con las que quiero combatir, muchas dudas y algún enojo doloroso. Es cierto que la muerte no ennoblece a las personas pero si deja claves para releer actitudes, opiniones, puntos de vista. ¿Viejo te acordás el tigre que me regalaste a la salida del circo? Todavía lo tengo. Y cada vez que lo mire me voy a acordar de vos. Te voy a querer siempre. Nos vemos en algún momento. No sé cuándo. Pero nos vemos y nos damos ese abrazo postergado.