Juan en el Paraíso

martes, septiembre 09, 2008

The fellowship of the Gym


Tantas veces pasa que uno necesita encontrar nuevos modos de quererse, especialmente, cuando hace bastante tiempo que no se esta en pareja. El amor de los amigos es fundamental pero muchas veces la piedad y la sinceridad no van de la mano. En la mitad de la década de los veinte y con la posibilidad de cambiar el destino genético de mi gordura comencé a evaluar la posibilidad de hacer lo imposible. Ir al Gym.
Ir al gimnasio es como hacer la revisacion médica en la UBA, o como aprender idiomas, depende exclusivamente de uno mismo pero si se puede encontrar algún partner, las cosas siempre resultan más simples. Afortunadamente Georgina y Garde habían empezado la semana pasada el regreso triunfal al emporio michelangeliano así que decidí sumarme a ellos.
Mi trauma con los gimnasios no pasa por el ejercicio sino más bien algo que, como todos los demonios de la vida de una persona, comenzó en la secundaria. Cuando uno desea leer Conan Doyle en la clase de Educación Física en lugar de fallar por cuarta vez en la vertical y cuando siempre quedamos al final para el armado de equipos de cualquier deporte, no resulta difícil tener como la creciente paranoia de pensar que no sólo somos pésimos para la actividad física sino que se adquiere como un terrible problema respecto de la recepción de nuestra inutilidad corporal.
Nuevamente los principios de la formación escolar, en este caso en relación con la actividad física, quedan oximoronicamente sepultados. ¿Quién puede querer a su cuerpo y a la actividad física cuando cada jueves se intenta sobrevivir a la humillación de los pares? Nadie, supongo. Al menos nunca pude reponerme de esa imagen de “los otros” interrogando a mi “nosotros” (Conan Doyle y Yo) sobre la torpeza a la hora de hacer saques de Volley.
Ergo mi historia con el deporte y con la actividad física quedo encerrada en el fondo de mi placard con el resto de los uniformes escolares de gimnasia. Pocas veces intenté retomar, pero se trató de fallidas imposiciones que luego no prosperaron. Pero al hoy haber ingresado al salón de este gym, hacerlo con la compañía de mis dos amigos me generó una suerte de alivio. No obstante, no podía dejar de pensar lo que los otros que estaban allí podrían estar elucubrando acerca de lo mal que estaba haciendo los abdominales o de lo torpe que era a la hora de cambiar las pesas o de disponer los aparatos.
Cuando yo presumía que estaba en medio de una catarata de mirones impiadosos que tenían atragantada la carcajada al primer error, alguien pateo el tablero. De los muchos que allí estaban había solo hablado con Nicolás (el profesor de la tarde) que me había dado sutiles indicaciones de una rutina para ingresantes. En quien no había reparado era en el profesor que estaba dando su clase. Me habló cuando por accidente confundí su botella de agua con la mía, pedí disculpas y de presentó. Dijo llamarse Gastón, lo que vino después nunca lo sabré porque entre la música y sus ojos verdes difícil me resultó mantener la atención. Por lo que pude luego saber, da clases de muchas cosas y es el marido de la profesora de step. A diferencia del anterior, Gastón me supervisó en el resto de la rutina y me hizo dar cuenta de algo muy particular. Al ver a mi alrededor a todos esos chongos, muchos de ellos mas fuertes, heterosexuales y marcados que yo, entendí una nueva dinámica: todos se ayudaban, cooperaban en el llevado de las colchonetas o en movimientos de las maquinas o simplemente alentando al que no daba mas. A partir de esto mi idea sobre el auditorio de las actividades físicas de un gym cambio bastante. Había allí una suerte de idea de comunidad. Recordé dos conceptos que MBC retoma en su trabajo de Modos de lo extraño, ella menciona dos términos en alemán Gemeinschaft(comunidad) y Gesellschaft(sociedad). El primero alude a la idea de comunidad planteada en términos de tomar contacto directo cara a cara con otro. El segundo presupone la idea de relaciones artificiales o indirectas. La experiencia de cooperación de los miembros del gym entre si me llevó a pensar que tal vez el vínculo que se puede mantener sea en términos de comunidad, donde nadie está atento a las deficiencias del otro, sino mas bien busca desarrollar su cuerpo teniendo en cuenta la coexistencia mutua.
Cuando pensé en esta idea de “comunidad del gym” me di cuenta de lo afortunado de haber regresado, no solo por mejorar mi cuerpo y por compartir con amigos, ni siquiera por disfrutar del adonis Gastón, sino porque tal vez empezaba dejar de lado mi relación artificial con mi propio cuerpo e intentaba crear una comunidad con él